Es indudable que las economías de los países emergentes van a continuar adoptando medidas de protección para sus industrias.

Tiene sentido poner en práctica medidas proteccionistas en aquellas industrias recién nacidas en el país o región geográfica, para que una industria, posiblemente ya madura en otros lugares, no haga que se vea ahogada por la competencia nada más iniciarse. Además, también tiene sentido su práctica en industrias que son consideradas estratégicas, y por lo tanto necesarias para el buen funcionamiento de esa economía.

Ahora bien, dicho esto, no se debe dejar de señalar que todas aquellas industrias que no tengan la necesidad de competir no entrarán en un proceso de mejora, y ello abocará a que dicha industria deje de ser competitiva, por lo que su productividad se verá mermada como consecuencia de que no existirá motivo alguno para poner en práctica todos los procesos de innovación necesarios para mejorar, y ello redundará, indefectiblemente en la obsolescencia.

Los mercados más pequeños o en vías de desarrollo han encontrado en el proteccionismo un mecanismo de ‘blindaje’ ante la competitividad internacional. La política económica se emplea como una especie de barrera a las exportaciones para favorecer la producción nacional y poder aumentar la competitividad. Al mismo tiempo, ayuda en el equilibrio de la balanza comercial, reduciendo la dependencia de las importaciones y fomentando que se ofrezcan en el país todos los bienes y servicios necesarios para la población, e incluso para su comercialización en los mercados extranjeros. Latinoamérica es considerado en uno de los epicentros de las políticas proteccionistas.

No obstante, los rankings elaborados por Global Trade Alert, donde se mide cuáles son los países con en el mayor número de restricciones para hacer negocios, indican que no es una afirmación totalmente acertada. Por ejemplo, en su último informe se revela que Estados Unidos es el país del G20 que más medidas proteccionistas ha venido sumando a su economía desde 2008. En la clasificación, el primer país latinoamericano en estar presente es Argentina, que se sitúa en la cuarta posición detrás de Estados Unidos (con unas 1200 políticas sumadas en los últimos 10 años), India (unas 750 políticas), y Rusia (unas 600 políticas). En este caso, el país sudamericano no llega a las 500 políticas proteccionistas, una marca que es aún menor en Brasil, en la sexta posición, o México, que está en el último puesto del G20 con solo un centenar de políticas implementadas.

Aunque el volumen alcanzado por Argentina y Brasil podría hacer pensar que es, quizás, una tendencia común en Sudamérica, los datos del Global Trade Alert apuntan en sentido contrario. Para el cierre de 2011, Argentina era el mercado más proteccionista de la región, con 120 medidas interpuestas, mientras que Brasil tenía 74. La diferencia con el tercer lugar es abismal, ya que Perú sólo había interpuesto 11, frente a las siete presentes en Venezuela y las seis de Colombia, quienes completaban el “top cinco”. A pesar de la demostrada presencia del proteccionismo en las grandes economías de todos los continentes, su concepto aún parece intrínseco a los países en vías de desarrollo.