El proteccionismo es una política comercial establecida por un Gobierno que tiene como finalidad proteger la industria nacional ante la competencia del extranjero con la aplicación de aranceles o cualquier otro tipo de restricción a la importación.

Las medidas proteccionistas que se han venido realizando tanto en economías de mercado como en economías planificadas se vienen poniendo en práctica para favorecer determinadas industrias, preservándolas de la competencia derivada de competidores externos. Con probabilidad, las primeras medidas de este género habrán sido en tiempo de guerra, aunque hoy en día es evidente que son utilizadas sin tener la necesidad de mediar para ello guerra alguna.

El proteccionismo se ha visto vinculado históricamente con desajustes de la economía. Uno de los casos más evidentes ocurrió en Estados Unidos en 1930, con la implementación de la Ley Smoot-Hawley. La medida, propuesta por los senadores Reed Smoot y Willis C. Hawley, conllevó al incremento unilateral de los aranceles de los productos importados hasta en un 60 %, con la finalidad de paliar los efectos de la Gran Depresión (1929) y resguardar tanto los empleos como la actividad económica.

Si bien la Ley Smoot-Hawley obtuvo resultados positivos, especialmente en el sector de la agricultura, no fue sostenible por mucho tiempo. Estados Unidos llegó a unos niveles de “sobreproducción” que se convirtieron en una amenaza para la supervivencia de los granjeros del país norteamericano. Una situación que se agravó ante el déficit comercial agrícola que se registró en la época.

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Algunos autores critican que el proteccionismo puede desembocar en la creación de una burbuja en sectores estratégicos y, por ende, en el desajuste de la macroeconomía, con un impacto directo en el poder adquisitivo de la población, una contracción del Producto Interior Bruto (PIB) y un incremento del Índice del Precio al Consumidor (IPC) o inflación. Sin embargo, no son los únicos riesgos a los que se enfrentan.

El incremento de los aranceles suele generar una reacción en cadena en el resto de países con los que existe un vínculo comercial, quienes también aumentarán sus tasas. En este sentido, se podrá entrar en una guerra comercial que frene los beneficios reportados a partir de las exportaciones.

La historia ha demostrado que otros de los riesgos que están sobre la mesa son la posible pérdida de presencia en los mercados internacionales, la generación de atraso tecnológico o el nacimiento de monopolios nacionales. Simultáneamente, podrá ocasionar que, ante la falta de competidores internacionales, las compañías reduzcan su competitividad y se acomoden en una zona de confort.

Un reciente informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) puntualiza que el proteccionismo sigue representando un riesgo clave para la economía mundial, que también podría tener un impacto negativo en la confianza y la inversión.

 

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