Si queremos contar con una economía saneada para disponer de una vida mejor necesitamos entender cómo funciona el mundo del dinero. 

Vivimos en una época en la que el dinero es un elemento esencial para sobrevivir. La mayoría de las necesidades del ser humano solo pueden cubrirse a cambio de dinero. Hace unas décadas se cerraban tratos con un apretón de manos y se podían realizar todo tipo de transacciones mediante el trueque, pero en esta sociedad en la que vivimos sin dinero no tenemos acceso a casi nada.

La primera preocupación de una persona es cubrir sus necesidades más básicas o fisiológicas como respirar, beber agua, dormir, comer, mantener relaciones sexuales y un techo bajo el que vivir, pero el ser humano es un ser social por naturaleza y también necesita mantener relaciones sociales con otros individuos de su misma especie.

Los humanos vivimos formando parte de una red social compuesta por muchas personas, y cuando nos relacionamos con esas personas es muy probable que necesitemos disponer de dinero para tomarnos algo, ir al cine… Tener dinero nos permite también acceder a una serie de complementos, un coche, ocio, cultura, sanidad, etc., que indican a las personas con las que nos relacionamos cuál es nuestra capacidad económica.

Casi todo del mundo desarrolla alguna actividad para conseguir dinero, y dependiendo del tipo de actividad que realicemos (un trabajo, un negocio, una venta, etc.), obtenemos unos ingresos u otros. La mayoría de las personas que viven en nuestra sociedad dependen de sus ingresos para sobrevivir, y esperan, con más o menos entusiasmo, unos el nuevo mes, otros algún pago pendiente de cobro, para recibir algo de dinero fresco.

Se trata de un dinero que se desvanece rápidamente cuando empiezas a pagar la hipoteca o el alquiler de la vivienda, el agua, la luz, etc., en un ciclo de ingresos y gastos que nunca acaba, un círculo vicioso del que unos escapan y otros muchos no. Librarse de esa repetitiva e inacabable secuencia, o por el contrario vivir en la queja y la excusa el resto de la vida tiene que ver únicamente con lo que cada individuo decida hacer: aceptar y perpetuar la realidad actual o pro- ponerse cambiarla comenzando a hacerlo ahora. La curiosidad, motor de los progresos humanos, y la búsqueda de nuevos caminos desbaratan ese ciclo repetitivo que nos agota humana y económicamente, dándonos la oportunidad de aprender y desarrollar estrategias con las que abandonar ese camino que conduce hacia la desolación.

Si alguien decide tener un huerto en casa para disponer de verduras frescas, aprenderá sobre horticultura; si queremos contar con una economía saneada para disponer de una vida mejor necesitamos entender cómo funciona el mundo del dinero.